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La fe humana según Juan Luis Segundo
Reflexiones sobre el concepto de fe antropológica de Juan Luis Segundo en su obra: Historia perdida y encontrada de Jesús de Nazareth.
Extacto de mi tesis sobre el cine de Kieslowski
Verano 1997[1]
Todos los seres humanos deseamos ser felices. Disfrutar
la vida que tenemos.
Como no hay recetas para lograrlo fácilmente, los
hombres tenemos que buscar un modo personal. El conocer personas que parecen
vivir felices y disfrutar su vida nos atrae. Buscamos consciente o
inconscientemente sondear la forma en que lograron esto. En cierto modo leemos
en ellos sus deseos, lo que aprecian más . Es decir sus valores. Suponemos que
esos deseos concretados de varias formas en su vida, los ha hecho felices. Los
convertimos en testigos.
Nada garantiza que efectivamente sean felices. Ni
tampoco que esos valores que aprecian sean los que los hayan llevado a donde
están. Mucho menos que la forma de concretar esos valores sea la mejor[2]. Los testigos que podemos escoger no son completamente seguros. Tenemos
que creer en ellos. Tenemos fe[3].
Tenemos que hacer una doble apuesta en la que nos
jugamos la vida. Que los valores que creemos hicieron felices a nuestros
testigos, pueden lograr lo mismo con nosotros. También aventuramos que los
medios que podamos encontrar para concretar esos valores en nuestra vida
realmente lo harán. Es una apuesta cuyo resultado no conoceremos sino hasta el
momento de terminar la vida. ¿Los valores que escogimos nos hizo felices? ¿Los
medios cómo los implementamos fueron efectivos? ¿No traicionaron el valor que
buscábamos?[4]
Sin seguridad de ir en la dirección acertada hacia
la felicidad, podemos sentir y entender en forma limitada nuestro avance o
retroceso. Si los medios y los valores escogidos nos van haciendo sentir bien,
congruentes, alegres. Entonces podemos decir que le vamos encontrando sentido a
la vida. Más o menos corresponden los valores
y los medios escogidos con los efectos que deseamos. En caso contrario,
la pesadumbre y la confusión pueden ser muy graves.
No creemos normalmente en un sólo valor. Sin embargo
hay alguno que deseamos más que los demás y podemos ser capaces de nuestro
mayor esfuerzo y creatividad para
conseguirlo. Sería un valor absoluto (que no depende de los demás). Construimos una escala de intensidad para
desearlos. Una escala de valores.
[1] Es un fragmento de
la tesis de filosofía de Humberto Macías: Decálogo, una propuesta vital de Krszistof Kieslowski para nuestra
ética cotidiana, presentada en el verano de 1998, en el
Instituto Libre de Filosofía A.C.
[2] Por ejemplo un
policía que valora la seguridad, y revisa a todos las personas de aspecto
sospechoso, mientras que el ladrón lo engaña vistiendo elegantemente.
[3] En un sentido
completamente humano, antropológico, y no en dimensión trascendente o
religiosa.
[4] Le podríamos
preguntar a Hitler si el poder (como valor) y la guerra (como medio para
lograrlo), lo hicieron feliz.
[5] El valor absoluto
no es sinónimo de Dios. La fe religiosa es diferente que la fe antropológica
tratada. Depende de otros factores extra.
[6] Si ese valor
relamente no lleva a la felicidad deseada y cierra al hombre ante la realidad
que lo rodea, puede causarle la muerte. Sería ya no un valor, sino un ídolo.
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